Sitio destinado a compartir información sobre psicología, bienestar emocional, espiritualidad, resiliencia, inspiración y desarrollo personal.

A lo largo de vida resulta inevitable el que nos encontremos transitando por fuertes experiencias, las cuales llegan a producirnos grandes y profundas heridas, a esas heridas se les conocen como traumas. La palabra “trauma” deriva del griego τραῦμα (trauma = herida). Así pues, muchas veces al dejarle toda la responsabilidad al tiempo bajo la idea del pensar que el tiempo las curará, avanzamos haciéndolas de lado, ignorándolas o reprimiéndolas, no sabiendo que tarde o temprano esas heridas se infectarán y producirán un daño aún mayor.
Por ello es importante que nos hagamos conscientes de nuestras heridas y tengamos presente que es por medio de ellas por donde entrará la luz en cada uno de nosotros, toda vez que nos ocupemos en limpiarlas. Ya que por el contrario, si no las atendemos de manera consciente, pronto empezaremos a sangrar sobre personas que nunca nos dañaron.
Las heridas no sanarán únicamente con el tiempo, sino por lo que nos ocupemos en hacer a través de el. Las heridas no sanarán con trabajo frenético, ni con una nueva compañía, ni con la adquisición de cosas materiales. La herida comenzará a sanar hasta cuando la miremos, atendamos, escuchemos e integremos el mensajes que nos ha traído aquel maestro llamado dolor.